“Yo no me convertí nunca en un director. Yo hacía música con mis compañeros, con mis amigos. Todo se iba dando de manera natural”, recuerda este jefe de orquesta que a sus 41 años no ha perdido su sonrisa juvenil.
Pero Dudamel ha reconocido más de una vez que cuando era niño, su mayor placer era dirigir imaginariamente a sus muñecos, colocados como una orquesta.
“Bueno, (Federico) García Lorca hablaba del duende...” empieza diciendo.
–¿Gustavo Dudamel tiene duende?
–No lo sé –contesta tras dudar unos instantes–, el duende creo que está en la misma música.
Las clases con los niños venezolanos
A pesar de las polémicas políticas con el régimen de Nicolás Maduro, Dudamel explica a la Afp que sigue dando clases mediante videoconferencia a los alumnos venezolanos y asegura que no dejará de hacerlo “nunca”.
“El otro día estuve con niños de 8 a 14 años. Impresionante”, asegura con ojos brillantes. Pero admite que falta que ese amor por la música clásica se transmita también a los espectadores.
“Creo que hay espacio. El detalle es cómo ampliarlo. De alguna manera siempre va a haber gente que va a escuchar música. Pero para mí va más allá de un aspecto de entretenimiento de la sociedad”, explica.
“Como un pinot noir”
Infatigable, el año pasado Dudamel grabó una nueva versión de West Side Story a invitación de Steven Spielberg. “Un regalo de la vida”, dice.
Este mes saldrá de gira con la Ópera de París y pasará por el Teatro del Liceo de Barcelona el día 20.
Para enero prepara una velada de música clásica en París con aportaciones latinoamericanas. “Piazzola, Villalobos, Ginastera...”, enumera. “Creo que debemos hacer que la música latinoamericana sea parte del gran repertorio y no algo exótico”.
Algunas voces críticas en el mundo de la música clásica aseguran que figuras como Dudamel confunden la popularidad con la facilidad.
Pero a tenor del fervor del público parisino, que el pasado sábado ovacionó a Dudamel al dirigir Tosca, el venezolano está ganando claramente la partida.
Dudamel convence a los escépticos con un entusiasmo desbordante a la batuta; y a sus músicos, con un método de dirección que mezcla lenguas y metáforas.
“Deberían imaginar esto como un pinot noir”, lanza a los músicos de la Ópera de París durante los ensayos de Tosca.
Y al mismo tiempo, una lectura meticulosa de la partitura. “Tienes que saber que tú formas parte de un grupo de artistas. Allí tiene que nacer un respeto, un respeto a esa conexión y a esa entrega”, explica.
“Sí, soy un músico muy exigente”, asegura. “Otra cosa es que yo no me predispongo. Nunca sabes lo que va a suceder” con la orquesta.
Atrás quedó una visión del jefe de orquesta que podía parecer rígida. “Era la cultura de esos tiempos. Ahora el director es un colaborador”.
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