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Clásica y ópera -

BRINDIS DE SALAS, EL VIOLINISTA QUE BRILLÓ EN EL MUNDO Y MURIÓ EN LA MISERIA


El Barón Claudio José Brindis de Salas, el llamado Paganini Negro que había viajado el mundo con su violín y acumulado cuantiosa fortuna, murió en Buenos Aires, Argentina, a principios de junio de 1911.
22/06/22


Con ropa mugrienta y botines rotos, solo y viviendo sus últimos días en la más absoluta miseria, el Barón Claudio José Brindis de Salas, el llamado Paganini Negro que había viajado el mundo con su violín y acumulado cuantiosa fortuna, murió en Buenos Aires, Argentina, a principios de junio de 1911.

 

Su muerte en esas paupérrimas condiciones es aún un misterio. Un cronista argentino escribió: “Después de haber sido casi millonario; después de haber vivido la vida de un monarca; después de haber hecho temblar el corazón de las mujeres; de haber paseado por el mundo su alma que era un violín, después de tanto amor, tanto fuego, tanto sol, tanta melodía, tanta gloria, cayó al fin destrozado, viejo, pobre, tísico y solo, ¡solo!, ¡solito! Ni siquiera tuvo en el momento de morir el consuelo de haber abrazado el violín que lo hizo célebre”.

 

Se refería el cronista a que uno de los últimos actos desesperados del músico para comprar algo de comer fue empeñar su violín en mayo, a comienzos del frío invierno porteño, lo que contó después un empleado de ese establecimiento porteño: “entró en el negocio un negro sucio y andrajoso proponiendo la venta de un violín. En un principio creí que se trataba de un ladrón y lo miré con desconfianza, pero colocó el violín bajo la barbilla, empuñó el arco y tocó una hermosa barcarola”. El empleado supuso que tal vez el negro fuese algún músico callejero que necesitaba vender su instrumento, y entonces le ofreció diez pesos argentinos con un recibo estableciendo el plazo de un mes para poderlo rescatar.

 

Brindis de Salas le rogó al empleado que no lo vendiera hasta después haber pasado un mes porque creía poder recuperarlo al día siguiente. Dicho esto, el violinista cubano salió del establecimiento y se dirigió a la calle, pero a los pocos segundos estaba nuevamente de regreso para pedir al dependiente, por última vez, que le diera el violín: “Quiero despedirme de él, musitó. Lo tomó en sus brazos como quien alza a un niño y lo besó, lo besó con furia loca en las cuerdas, en el mango, en la caja de resonancia, desde la tabla armónica hasta la tabla de fondo. Luego se fue, tomando un tranvía hacia el centro de Buenos Aires y no se le vio más”.

 

Claudio José Brindis de Salas nació en La Habana el 4 de agosto de 1853 y se convirtió en un destacado violinista con un largo e intenso currículo artístico que le llevó a numerosos países del mundo y fue el primer cubano que actuó en un escenario ruso, en San Petersburgo, en 1880. Se casó con una baronesa alemana, por lo cual obtuvo el título nobiliario de Barón de Salas y el rey Guillermo II de Prusia le otorgó la condecoración del Águila Negra.
Inició sus estudios de música en La Habana con su padre, el violinista Claudio Brindis de Salas Monte, los continuó con José Redondo y los completó con el pianista belga José van der Gutch, acompañado del cual se presentó por primera vez se presentó por vez primera ante el público en el Liceo de La Habana en 1863, función en la que también actuó Ignacio Cervantes.

 

En 1869 viajó a México y se radicó en Veracruz, donde ofreció conciertos. De México se trasladó a París y allí realizó estudios con el italiano Camillo Sívori, el belga Hubert Leonard y el francés Charles Dancla. En 1870 se presentó en el Conservatorio de París y en 1871 obtuvo el primer premio en su concurso. Luego hizo una gira por Europa, que comprendió Florencia, Turín y Milán, donde se presentó en la célebre Scala de Milán, con gran entusiasmo del público y de la crítica. En Berlín el más agresivo crítico le llamó "el rey de las octavas", el crítico parisiense Oscar Commentant, celebrada figura de la prensa, dijo quedar extasiado ante el notable virtuoso y escribió que "el violín fue creado para él". Los críticos de la época destacaron “su extraordinario dominio del auditorio, al entusiasmo que siempre provocó su interpretación, al fogoso temperamento que caracterizó a su ejecución, a su buen gusto, pureza de entonación y virtuosismo”.

 

En 1875 regresó a América y fue nombrado director del Conservatorio de Puerto Príncipe, Haití. Actuó en 1877 en el teatro cubano Payret y en 1878 ofreció un concierto en la Sociedad Filarmónica de Santiago de Cuba. En 1887 se presentó en Nueva York y en 1889 viajó a Barcelona. En 1890 regresó a Cuba, y en 1894 volvió a Veracruz para actuar en el Teatro Principal. En 1895 se presentó en La Habana en el Teatro Albisu y después partió a un periplo cuyo destino final sería Europa. En ese viaje se presentó en Santo Domingo, República Dominicana, en San Juan de Puerto Rico y más tarde en Puerto España, Trinidad y Tobago, y en Kingston, Jamaica.

 

En 1902 dio un recital en Santa Cruz de Tenerife y ese mismo año regresó a Cuba, donde ofreció un concierto en el teatro Principal de La Habana. En 1911 viajó a Ronda, España, donde ofreció su último concierto en el teatro Espinel. De España se trasladó a Argentina donde cosechó tantos éxitos, y allí concluyó misteriosamente su carrera, alguien dijo que envenenado, al caer moribundo, en plena calle, tuberculoso y en la más absoluta miseria, posiblemente un 2 de junio de 1911 en Buenos Aires a los 57 años, en la plenitud de su fama.

 

El Paganini Negro que había conquistado el mundo terminó allí enterrado en una fosa común como un indigente. El 27 de mayo de 1930, en inútil y tardío desagravio, sus restos fueron repatriados a Cuba y sepultados en el Cementerio de Colón. Con la Revolución sus restos fueron instalados con honores en una urna de bronce en la iglesia de San Francisco de Paula, en el litoral de la bahía habanera.

 

Fuente: https://www.contraloria.gob.cu/



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