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Clásica y ópera -

La soprano Lisette Oropesa encandila al público del Teatro Real


El público del Teatro Real cayó rendido ante Lisette Oropesa, una soprano que desde que protagonizó Lucía de Lamermoor en el coliseo madrileño en 2018, ha sabido granjearse la admiración y el cariño del público madrileño
09/04/22


La tarde del miércoles el público del Teatro Real cayó rendido ante Lisette Oropesa, una soprano que desde que protagonizó Lucía de Lamermoor en el coliseo madrileño en 2018, ha sabido granjearse la admiración y el cariño del público madrileño, porque suma a su impecable técnica vocal una simpatía y saber estar en el escenario poco habituales.

 

Quedan aún cincuenta minutos para que empiece la función y el público ya se acumula en las colas de entrada al teatro. La fila central, que coincide con la puerta principal del edificio, ha alcanzado los pasillos que flanquean los jardines frente al Palacio Real. ¿Quizá se han implementado medidas de seguridad extraordinarias porque acude alguna personalidad institucional? En efecto; una vez en la sala, será posible reconocer a importantes figuras de la política y de la música entre los asistentes, pero una gran mayoría de los asistentes ya estaba una hora antes ante las puertas del templo, con bastante antelación si se compara con lo que viene siendo la tónica, incluidos los estrenos de inauguración de cada temporada.

 

Ya desde comienzos de semana las redes sociales han ido echando humo en torno a la soprano conforme se acercaba la hora anhelada. Lisette -su equipo de comunicación- había ido detallando su llegada a Madrid en varios idiomas. Así, en Twitter, puede leerse: «Très heureux d’être à nouveau à Madrid! Aujourd’hui nous répétons pour mon concert d’airs de bel canto français de Rossini et Donizetti ce mercredi 30 mars à 19h30. » En un segundo tuit se la ve en la terraza del hotel donde se aloja frente al Teatro Real, besando un aguacate que acaba de extraer de la bolsa repleta del exótico fruto que un admirador -conocedor de que ella es vegana- acaba de regalarle. El pie de foto dice: «Nous sommes de retour à #Madrid! Concert de bel canto mercredi ! @Teatro_Real Merci pour ce cadeau de bienvenue composé de délicieux avocats de La Palma ! Ce petit aliment vert et sain m’aidera à mieux chanter [emoticonos con un aguacate y un corazón]. Merci aux amis qui savent ce que les végétaliens aiment !@FRESNOticia.

 

Se han escogido deliberadamente estos tuits compartidos en francés, porque sirven para ambientar el relato que sigue de la magnífica velada protagonizada por esta joven estadounidense (nada menos que de Nueva Orleans, crisol de música y baile de tantas culturas) de origen cubano, en la que la cantante interpretó exclusivamente arias de ópera de dos exponentes del primer romanticismo musical italiano, los belcantistas Giochino Rossini y Gaetano Donizetti, compuestas originalmente en francés porque se estrenaron en el país galo.

En la primera parte del recital, dedicada a obras del compositor de Pésaro, se escuchó « Ils s’éloignent enfin… Sombre forêt » de Guillaume Tell » y « En proie à la tristesse…Céleste providence » de Le comte Ory, así como « L’heure fatale approche…Juste ciel ! » de Le siège de Corinthe y la « Ouverture » de la misma ópera, a cargo de la Orquesta Titular del Teatro Real al frente del Director Musical Corrado Rovaris, que acompañaron a la soprano - con la participación del Coro Titular del Teatro Real- durante todo el recital.

 

Tras el descanso siguieron las obras del autor de Bérgamo: « O ma mère, ma mère…qu’ici ta main glacée bénisse ton enfant » de Les martyrs, « Que n’avons nous des ailes » de Lucie de Lammermoor, en su versión francesa de 1839, “C’en est donc fait… Par le rang… Salut à la France!” de La Fille du Régiment y « Ouverture » de La favorite.

A la ejecución del programa de mano, acompañada por los bravos y las ovaciones del público, siguieron dos propinas: « Robert toi que j’aime » de Giacomo Meyerbeer y « Merci, jeunes amies » el famoso bolero de Les Vêpres siciliennes, de Giuseppe Verdi, de considerable dificultad vocal y expresiva que a la consabida coloratura suma la exigencia de requerir una gran presencia vocal y un buenísimo centro de voz, motivo por lo que el papel -Elena se llama la protagonista- suele ser interpretado por sopranos spinto más que por sopranos ligeras, como nuestra Lisette, aunque esta aria festiva precise -hay que reconocerlo- de menos ribetes dramáticos que el resto de las que integran la ópera. Con todo la soprano resolvió su interpretación de forma más que satisfactoria y el público se lo supo agradecer con interminables aplausos y ovaciones que ya no dieron lugar a una tercera propina.

 

Así se despidió del público madrileño esta soprano que está reemplazando a Netrebko en teatros que por la guerra han cancelado la intervención de la rusa (así será en el Liceu el próximo mes de abril), una soprano que tiene de heroína de ópera hasta el nombre propio. Durante los aplausos, un admirador sentado en la primera fila de butacas ofreció a la cantante una rosa, que terminó depositando tímidamente en el suelo del escenario porque justo en el momento en que se la fue a ofrecer Lisette se giraba a saludar a la orquesta y al coro. “La rosa, la rosa”, gritó una voz desde la mitad del patio. Nuestra heroína se percató de la encarnada flor, que yacía en el suelo al lado del atril del director esperando, ansiosa, ser rescatada; la alzó y se encajó su larguísimo tallo en la comisura de los labios acompañando este movimiento con un gesto de irónica picardía.

 

-Ahora van a escuchar ustedes un bolero. ¿No se lo creen? Pues esperen y verán -dice dando a entender que va a cantar un simple bolero latino, tras lo cual suenan los joviales primeros acordes de las Vísperas, la última propina.

Siguen otra vez los aplausos y la petición insistente de la tercera propina… y nuestra Lisette sale de nuevo -será la última vez esa noche- y dedica al público una abierta y radiante sonrisa, le lanza besos y concluye con un gesto muy característico suyo: un saludo pellizcando las manos - al estilo de “Pajaritos por aquí, pajaritos por allá”- a todos -al público, al coro, a la orquesta… (no había apuntador)- antes de desaparecer lanzando un último beso.

 

Nota: El Imparcial ha sabido de fuentes fiables que la identidad del admirador secreto -el que regaló a Lisette los aguacates- era la misma que la del ferviente “caballero de la rosa” del patio de butacas.

 

Fuente: https://www.elimparcial.es/



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