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Clásica y ópera -

Una ópera en Baluarte que dura tres semanas


Fundación Baluarte ha programado la obra Un ballo in maschera para el próximo viernes y domingo. Lo que ocurrirá dentro de cinco días comenzó hace tres semanas
31/01/22


Luego dirán que "la ópera es cara”, ríe Esperanza Soroa, directora de Comunicación de Baluarte al ser consciente del trabajo previo que conlleva. Las semanas anteriores a una función no son fáciles para todo lo que rodea a la organización. Fundación Baluarte apuesta esta vez por el libreto original de Un ballo in maschera, ópera de Giuseppe Verdi. El espacio pamplonés coproduce la obra con la Opéra National de Lorraine, Théatres de la ville de Luxembourg, Angers Nantes Opéra y Opera Zuid. Cuando Fundación Baluarte decide traer una ópera analiza qué obra encaja y, sobre todo, si la adaptación, que en este caso es del director de escena belga Waut Koeken, cuadra con las condiciones del espacio. En esta ocasión, los asistentes podrán disfrutar de una obra inspirada en un hecho real, el asesinato del rey sueco Gustavo III durante un baile de máscaras en la Ópera de Estocolmo en 1792. El día de la función destacará “la teatral y espectacular puesta en escena”, pero esto no se consigue sin el trabajo de las sastras, los operarios o el esfuerzo en los ensayos. Un ballo in maschera tiene tres actos, la previa también.

 

ACTO I DESCARGA Y ARREGLO DE TODO EL VESTUARIO
 
 
Dos semanas atrás. Un camión baja la rampa de acceso al parking de Baluarte por la entrada de la calle Yanguas y Miranda. El vehículo llega desde Nancy, Francia, y se dirige al muelle de descarga ubicado en el lateral izquierdo del escenario de la Sala Principal. Los operarios abren el contenedor, ahí hay muchas cajas de madera y cartón. Son baúles de aproximadamente dos metros de alto por uno de ancho. Todos ellos están cerrados con un candado y marcados con una tipografía de color negro ya borroso. Pone “Nancy” y “Opera Theatre”, también llevan pegados dos folios blancos con la siguiente indicación: “Opera National de Lorraine”, “Un bal masqué, hommes, saison 2017 2018”. También pone “femmes”. Es todo el vestuario que utilizarán las 69 personas que el próximo viernes y domingo interpretarán Un ballo in maschera.
 
 
Los encargados de vestuario tienen unas tres semanas para tomar medidas a todos los participantes y completar el trabajo. En total hay 157 trajes y vestidos. El portugués Luis Carvalho es el encargado de coordinar una tarea completada en tiempo récord. Durante su carrera, este figurinista ha trabajado en 35 proyectos sumando ópera, teatro, espectáculos de danza y vídeo. En 2018 diseñó todos los trajes tomando las medidas de los cantantes que estrenaron la obra en Francia. Después se representó en Luxemburgo con el mismo reparto. A los meses pasó a la Opera Zuid de Maastricht en Holanda con diferentes cantantes. Ahora llega a Pamplona con participantes nuevos y hay que adaptar la mayor parte del vestuario a sus cuerpos. Nueve solistas, cuatro bailarines, cuatro figurantes y 52 coristas de la Asociación Gayarre Amigos de la Ópera (AGAO) pasan uno a uno por Baluarte para medirse. Esta será la cuarta vez que se usen los trajes.
 
“Tenemos un cast -reparto- completamente diferente al original. Solo hay un bailarín que se mantiene desde el estreno”, explica Carvalho. Un camerino en Baluarte se ha convertido estas semanas en su despacho. Tijeras, hilos, máscaras, trozos de tela y un cuaderno de fichas con fotografías de todos los trajes invaden la mesa. Las galerías están llenas de zapatos y complementos. El desorden es evidente por la rapidez que exige la tarea y el trajín de gente que vive el espacio estas semanas. “Es un trabajo difícil porque es vestimenta de época del siglo XVIII”, añade. En ese estilo predominaba lo exuberante y lo excesivo. El terciopelo, la seda o el brocado era lo que más atraía a la aristocracia. El rey Gustavo III, protagonista de la obra, y su entorno también vestía así.
Precisamente es con el personaje del monarca de Suecia donde han encontrado problemas. “El físico del tenor que va a actuar es totalmente diferente al de la primera vez. El actor anterior era más bajo y flaco. El de ahora, Sergio Escobar, es un hombre alto y fuerte”, apunta Carvalho sobre el tenor. “No entra en ninguno de los trajes originales”, ríe. “Estamos viendo cómo adaptarlo. Si hubiera sido al revés es más fácil, pero hacerlo más grande…”. Es en este punto cuando entran a escena “las Charos”, como las conocen todos.
 
 
Ellas son el grupo de sastras, a la cabeza están Charo Mateo Rodríguez y Charo García Napal, fijas en Baluarte cuando hay ballets, óperas o teatros que requieren sus servicios. “Después de asignar todos los trajes a cada persona, comienzan los arreglos”, indica Mateo mientras trabaja con una prenda. Todo tiene que quedar perfecto en cada cuerpo. “Una vez que está todo en orden, repartimos el vestuario por camerinos indicando de quién es cada prenda para que no se confundan”, apunta ella. “Etiquetamos sobre todo el coro porque son muchos y se cambian en el mismo sitio. Los solistas cada uno en su camerino”, aclara esta sastra que cree que “no va a llegar” a completar el trabajo. La tensión aprieta. “Luego siempre llegan”, ríe una voz desde dentro del taller.
 
 
El grupo trabaja de diez de la mañana a dos del mediodía y de cuatro de la tarde a diez de la noche. Según Charo Mateo, “hay que ser rápida, práctica y que quede bien. Esto no es como coser en casa”. De hecho, para este trabajo han contado con tres refuerzos: MªLuz, Cristina y Mari Patxi. Aún así “han echado en falta” más personal. “Es una labor muy especializada”, corrobora Esperanza Soroa. De ahí que les cueste encontrar personal para echar una mano. A pesar de esto, el buen humor y las bromas no faltan durante el proceso.
Con esta labor se completa la primera fase del trabajo, que es adaptar a cada actor sus trajes. “Trajes” en plural porque salvo siete coristas que llevan el mismo durante los tres actos, el resto se pondrán al menos dos. La siguiente fase de esta sección se desarrolla durante el primer ensayo con vestuario. “Nos sirve para ver los retoques que se nos han pasado”, indica Charo Mateo. Después, el día de la función, tendrán que estar asistiendo a todos los cantantes, bailarines y figurantes para comprobar que se están vistiendo bien.
 
 
“Tiene que subir una al escenario a coser una tela rota, que si no no pueden montar la estructura”, comenta Gabriela Hilario Casas, ayudante de Luis Carvalho. Y una de “las Charos”, asumiendo el espíritu de apagafuegos durante estas semanas, sube con la máquina. Doce horas diarias dan para mucho, entre otras cosas para poner a punto los 157 trajes.
 
ACTO II ENSAYO Y ENSEÑAR A BAILAR AL CORO DE AGAO
 
 
En los bajos de Baluarte se trabaja el vestuario. En la tercera planta, en la Sala Luneta, han trabajado los solistas, bailarines, coro y figurantes. Este espacio de 440 metros cuadrados ha escuchado las órdenes de Jean-Philippe Guilois antes de trasladar el pasado miércoles los ensayos al escenario principal. Guilois, coreógrafo, citaba en la sala a los solistas y junto a Yves Abel, director musical, iban ensayando los movimientos a la música de un único piano. “Vamos a interpretar la primera versión de la obra, la sueca”, aclara. Giuseppe Verdi estrenó Un ballo in maschera en 1859 en el teatro Apollo de Roma. En un primer momento, Verdi inspiró su obra en la historia ocurrida en Suecia. Sin embargo, le censuraron porque el muerto no podía ser un rey. El autor se vio obligado a trasladar la historia a Boston y cambiar los protagonistas. Waut Koeken apuesta por el primer trabajo.
 
 
“Todo gira entorno al amor que tenía el rey Gustavo III por el teatro”, explica Guilois. “Se va a representar un baile de verdad”, asegura aprovechando un descanso en el ensayo. En este rato, los bailarines aprovechan para beber agua y hablar. Tres de ellos se han formado en la escuela de danza de Almudena Lobón. Solistas como David Lagares, bajobarítono que interpretará al Conde Ribbing, conversa con Gianfranco Montresor, el Conde Horn. En la obra también tendrán que estar juntos. El que no se mueve de su puesto es Yves Abel. Está retocando alguna parte de la partitura. “En esta ópera hay algo diferente”, indica en francés el director musical. “Hay un equilibrio entre elementos cómicos y dramáticos. De hecho, predomina lo dramático. En otras siempre tiende hacia lo cómico”, argumenta.
 
 
Según el director canadiense, en la representación original había tres orquestas. “Una en el foso y dos arriba en las esquinas. Por dinero y medidas de seguridad de la pandemia no se ha podido hacer así”, razona. “Para interpretar esta ópera es imprescindible tener mucho nivel. El coro y los papeles principales son excelentes”, avanza. La Orquesta Sinfónica de Navarra (OSN) será la encargada de acompañar con una música de una “belleza extraordinaria”, según Abel. “Corresponde a una etapa media de Verdi. El artista tenía mucha influencia de Francia”, añade. “A pesar de esto no es muy conocida la ópera. No me lo explico, es de un nivel muy alto”, concluye.
 
 
Entre todo este profesionalismo también tienen hueco los que han comenzado esta semana a dar sus primeros pasos de baile con sentido. Se trata de los coristas de AGAO. La inexperiencia mostrada por algunos contrasta con la experiencia del coreógrafo. “Los coros casi nunca bailan. No es lo normal”, aclara Guilois. Los integrantes del grupo dirigido por Iñigo Casalí han acudido por la tarde a los ensayos. “El primer día estaban un poco tensos, pero al dar confianza ya se han ido soltando”, ríe el coreógrafo recordando la experiencia. “Para mí es todo un reto hacer bailar al coro”, confiesa el también director de escena en sustitución de Waut Koeken, que no ha podido acudir a Pamplona. “Es la primera vez que tengo a todos nuevos. Además, hay muy poco tiempo para adaptar el espectáculo a las condiciones”, comenta motivado por el desafío que supone. El miércoles dejaron la Sala Luneta para pasar a los ensayos en escenario. El próximo martes tendrá lugar el pre-ensayo, el miércoles el ensayo general y el jueves descanso antes de la primera función.
 
 
ACTO II TÉCNICOS DE ESCENARIO QUE TAMBIÉN ENSAYAN
 
 
A falta de una semana para la ópera el escenario parece una auténtica obra. Operarios levantan una torre de madera, otro se sube a una escalera para colocar luces y es posible pisar un cable o una herramienta en vez del parqué. Entre todo este revuelo se encuentra Nacho Gaita Cuéllar, coordinador técnico del Baluarte desde 2003. Él es el punto de unión entre todas esas secciones. Gaita tiene que saber un poco de todo. “Cualquiera que vea esto pensará que es el principio del montaje, pero yo considero que es casi el final”, apunta. “Antes de esto hay mucho trabajo. Toda la labor de producción previa, coordinación con el teatro de Nancy, conocer las necesidades técnicas, alquileres de material...”, añade.
 
 
Su trabajo consiste en prever esas necesidades y coordinar tiempos de montaje con ensayos. “Montar esta ópera tiene cierta complejidad. La escenografía llevaba mucho tiempo sin montarse y los técnicos del teatro no recordaban bien cómo levantarla”, informa. Fue el pasado lunes cuando llegó el tráiler con todas las estructuras. Hasta el miércoles pudieron trabajar toda la jornada, pero a partir de ese día se compaginó el montaje con los ensayos en escenario.
Según el coordinador técnico “es una ópera estándar aquí en Baluarte”. “Es de las habituales, pero este espacio está preparado para albergar mayores”, añade. En Baluarte clasifican las óperas en A, B o C en función de su tamaño, esta correspondería a una B “alto”. “Aquí se han montado óperas del Teatro Real prácticamente igual que en Madrid”, explica recordando una en concreto en la que tuvieron que medir todo de forma “milimétrica”.
 
 
El decorado que verán los asistentes en las funciones es alquilado al Teatro de Lorrain, que hicieron la producción original. “Alquilamos vestuario, decorado y hemos contratado a unos técnicos de Nancy que nos explican a nosotros cómo se monta todo. Si no les contratas es como si te llega un puzzle y tienes que averiguarlo”, dice. Además del set entero de la escenografía han tenido que alquilar focos de Francia. “Tenemos que respetar el diseño original y aquí no los teníamos. En Francia tienen otras costumbres”, informa Gaita.
 
 
Los intérpretes actuarán en cinco cuadros diferentes. Para que esto sea posible, las estructuras y elementos modificarán su aspecto en función de la posición en la que se sitúen. “Tenemos seis torres laterales con ruedas que en función de su colocación configuran un espacio u otro, también una carra que aparece y desaparece, telones...”, comenta sobre las diferentes combinaciones.
 
 
Por este motivo, los técnicos también tienen que ensayar los movimientos. “Son igual de importantes los ensayos técnicos que los artísticos”, asegura. “El día que descansan los actores nosotros tenemos libre el escenario para rematar detalles y ensayar a las órdenes de la regidora, que indica los movimientos que hay que hacer”, apunta. “Tú tiras de esta cuerda, tú gira esto... cambio uno, go!”, imita unos movimientos que tienen que estar muy mecanizados. Gaita reconoce que a pesar de ensayar el movimiento muchas veces, puede tener la mala suerte de que en el momento de la verdad “se te atasque”. “Siempre pueden pasar cosas y hay que tener capacidad para resolver”, manifiesta. “En el escenario tenemos la suerte de tener a la regidora, que es capaz de prever los problemas y avisarnos de cómo tenemos que actuar”, puntualiza sobre el cargo que ocupa en esta ocasión Laia Machado. Nacho Gaita se solía colocar en un lateral porque es el punto donde se puede comunicar con todo el mundo durante la obra, desde hace tiempo ya no lo hace.
 
 
El equipo afronta los últimos cuatro días antes de la primera función. Diferentes secciones, diferentes labores y mismo objetivo, que la Sala Principal se convierta en un auténtico baile de máscaras.



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